jueves, 7 de agosto de 2008

Mi confrontación con la docencia

Luego de leer Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire, y La aventura de ser maestro, de José M. Esteve, he decidido suprimir gran parte de mi escrito “Mi confrontación con la docencia”, sobre todo porque mucho dice sobre lo que estudié y a qué me dedicaba antes de ser maestra. Y no es que eso no importe, sólo que ahora creo que todos estamos ávidos de “tomar el toro por los cuernos” y referirnos, sobre todo a nuestra práctica docente.
Tanto la lectura de Freire, como la de Esteve despertaron en mí un gran entusiasmo, empatía y respeto. Me gusta la claridad y secillez con la que ambos maestros expresan su visión y experiencia sobre la docencia. De Freire rescato la idea de que “el enseñar no existe sin el aprender” . Cuántas veces preparando nuestras clases hemos vivido el proceso del aprendizaje y ello ha contribuido para reconocer los problemas y dificultades con las que se pudieran encontrar nuestros propios alumnos. Cuando estudiamos nosostros, los maestros, de alguna manera pasamos por los mismos apuros por los que pasarán nuestros pupilos a la hora de aprender. Pero claro, luego que aprendimos la lección se nos comienza a olvidar el proceso y llegamos al aula con ínfulas de “lo tengo dominado, siempre lo he sabido, cómo es que no le entienden”. Se nos olvidan los vericuetos por los que pasamos a la hora de adquirir dichos conocimientos y habilidades.
Por otra parte y quizá porque con el paso del tiempo mi actividad docente se ha enfocado sobre todo al estímulo de la lectura, me gusta mucho la importancia que Freire le da a ésta como vehículo de aprendizaje (no el único, subraya). “El acto de estudiar –dice- siempre implica el acto de leer” y … “Es que –continúa- enseñar a leer es comprometerse con una experiencia creativa alrededor de la comprensión”. Este autor también destaca la importancia del uso del diccionario en el aula, al comparar el quehacer de un estudiante con el de un profesional de la construcción: “Así como el albañil no puede prescindir de un conjunto de instrumentos de trabajo, sin los cuales no levantará las paredes de la casa que está construyendo, del mismo modo el lector estudioso precisa de ciertos instrumentos fundamentales sin los cuales no puede leer o escribir con eficiencia”.
El texto del maestro José Manuel Esteve no fue menos estimulante. Me hizo recordar esos primeros encuentros con la docencia que hacían que casi me diera chorrillo antes de entrar al aula a principios de cada semestre. Algunas veces me aventuré sin un plan establecido y aquello resultaba un desastre; otras no podía salirme del guión prefabricado. En fin, el maestro Esteve es grande y sabe de lo que habla.
Me gusta esta concepción del maestro de humanidad, esta idea de rescatar para nuestros educandos “el sentido de lo fundamental permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les rodea”. En verdad que no siempre nos cuestionamos sobre la utilidad y la actualidad de lo que enseñamos. No siempre “enganchamos” los contenidos con lo que los alumnos saben, con lo que han vivido, con lo que les puede preocupar.
Respecto a ser un buen interlocutor, recuerdo que en algunas de mis primeras experiencias docentes “no soltaba el micrófono”, creía que un buen maestro era el que hablaba y hablaba a sus alumnos, demostrándoles cuánto sabía. Luego por suerte me tocó asistir a un curso con un maestro que hacía lo mismo y, viéndome en ese espejo, me di cuenta de cuán equivocada estaba. Hoy me sumo a la opinión de Esteve: “No sólo hay que presentar correctamente nuestros contenidos, sino también saber escuchar, preguntar y distinguir claramente el momento en que debemos abandonar la escena”, o, dicho en otros términos, soltar el micrófono.
Respecto al rubro de la disciplina, la experiencia me ha demostrado que cuando has planeado adecuadamente tu clase y sabes qué es lo que les vas a pedir a los alumnos, los problemas de disciplina son mínimos. En todo caso, como dice el maestro Esteve, “el razonamiento y el diálogo son la mejores armas” para lograr un ambiente lúdico y de respeto en el aula.
Para cerrar con broche de oro refirámonos al orgullo de ser profesor. Es cierto que hoy por hoy la actividad del maestro se ha visto menospreciada. En general el amor al conocimiento ha sido relegado por un fervor al poder y al dinero; con todo, hoy por hoy aún existe un grupo de la sociedad que no ha perdido la brújula y reconoce en el maestro a un profesionista de respeto y admiración. Todos guardamos el vivo recuerdo de quellos profesores que nos inspiraron y que, como Freire y Esteve hoy nos siguen enseñando.

4 comentarios:

Dolores Myriam Gutiérrez Solis dijo...

Maestra Angeles se nota su profesión de comunicologa en cada línea de su escrito, pero tambien la de docente por la pasión que emana al referirse a su profesión por adopción.
Un placer compartir este espacio con usted.

Dolores Myriam Gutiérrez Solis

Isavalesoto dijo...

Hola profesora Ángeles, que interesantes tus comentarios; estoy de acuerdo contigo en esa bonita frase que retomas "profesor de humanidad", por todo lo que ello implica y que cierto es eso que dices de saber escuchar, porque muchas veces sólo oímos y no es lo mismo.
Gracias, cuidate compañera de playera universitaria(yo estudie en la UAM-Azcapotzalco, vivo en el Estado de Máxico.
Isaura Valencia Soto.

Mstra. Myrna Angulo dijo...

Angelus!!
Me gusta mucho la fluidez de tus textos, siento una rica conversación llena de reflexiones muy atinadas que siempre siempre me dan un norte y aportan conocimientos!!
Creo que es indispensables elno olvidar que también nosotros somos estudiantes y que tanto nuestros alumnos como nosotros vamos a aprender al aula.
Un abrazote amiga!!

Juan Escárcega Miranda dijo...

Hola Ángeles Carballar, la verdad ya tenía ganas de entrar a leer tu blog, pero diez mil mensajes a mi correo me impedían (aún me impiden) leer tu escrito. Me llama la atención que hayas borrado gran parte de tu texto dedicado a tu formación profesional y al desarrollo de tu carrera. Tal vez nos hubiese servido para analizar tu transformación de capullo-crisálida a maestra.
Coincido contigo en lo referente al síndrome del “Colocutor”, aquél estado según el cual entre más verborrea se tenga, se es más “carismático”. Nótese, no estamos hablando mal de quien utiliza la narrativa oral para ejemplificar, hacer entretenido y clarificar algún conocimiento. La invitación es a ser, entonces, buenos interlocutores. Saludo.