viernes, 5 de septiembre de 2008

De la importancia de planear o, como reza el refrán, más vale prevenir que remediar.

Desde que inicié mi trabajo como docente, hace ya más de 16 años, me di cuenta de lo importante que es llegar al aula con un plan predeterminado y muy bien estructurado a fin de que la experiencia docente fuera menos estresante y fructífera. Ya en otras reflexiones he contado cómo sufrí yo y seguramente mis alumnos cuando llegaba al salón a improvisar. En ocasiones la cosa marchaba más o menos bien, pero la mayoría de las veces el resultado fue lamentable. Aprendí entonces que el asunto consistía en planificar.
La planeación académica ofrece al docente la oportunidad de vislumbrar, de adelantarse a las acciones y actividades que deberían ocurrir en el aula. Por supuesto que durante las actividades surgen situaciones no previstas, para lo cual el profesor deberá contar con un plan b, que le permita sacar avante el curso sin mayores contratiempos.
Para este ejercicio de planeación por un tiempo recurrí a las herramientas que la propia institución me ofertaba, es decir, la carta descriptiva. Corrían los primeros años de la década de los ochentas y estaba en boga la tecnología educativa. Por entonces ese modelo, combinado con mi propia experiencia como estudiante de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), parecían suficientes.
Luego vino la didáctica crítica y con ella el constructivismo. Para muchos, entre lo que yo me cuento, esto significó una verdadera revolución. El alumno era visto por primera vez como un individuo capaz de desarrollar su potencial crítico frente al mundo que le rodeaba. El profesor, por su parte, ya no era contemplado como el non plus ultra del conocimiento, el sabelotodo que dictaba cátedra para que sus pupilos memorizaran y aceptaran sin chistar toda esa “sabiduría”.
Durante la década de los noventa pedagogos de la talla de Vigostky, Ausbel y Piaget comenzaron a estar en boca de muchos docentes preocupados por lo que se denominó el aprendizaje significativo. El trabajo de planeación comenzó a estructurarse a partir de guía didáctica (programa analítico), cuyo principal objetivo era evitar la improvisación y la rutina, privilegiando el aprendizaje por encima de la enseñanza, apoyados en la premisa de que el alumno va construyendo su propio conocimiento a partir de aprendizajes previos (constructivismo).
Empero, el trabajo científico que guía el quehacer docente no se detiene y hoy, en los albores de Siglo XXI los paradigmas vuelven a modificarse con vistas al aprendizaje por competencias, cuyo principal enfoque es estimular el trabajo cooperativo a través del aprendizaje basado en proyectos. La nueva concepción pedagógica demanda a su vez de un trabajo de planeación muy específico en el que todos los involucrados (maestros y alumnos) deben tener muy claros sus objetivos, a fin de que el proyecto se planee y lleve a cabo de manera efectiva. La planeación de proyectos que propicien el desarrollo de competencias se basa en seis principios, a saber: autenticidad, rigor académico, aplicación del aprendizaje, exploración activa, interacción con adultos y evaluación.
Poco a poco los profesores nos vamos familiarizando con este nuevo modelo, convencidos de que el aprendizaje por proyectos reporta una gran cantidad de beneficios, como es el hecho de vincular a los estudiantes con un mundo real más allá del aula, incrementa la motivación, ofrece oportunidades para realizar contribuciones en la escuela y en la comunidad.
Es posible que muchos de nosotros, los docentes, ya antes hayamos puesto en práctica proyectos de aprendizaje sin ser muy conscientes de que estábamos aplicando el nuevo modelo (programas radiofónicos para la comunidad estudiantil, ciclos de cine, jornadas de limpieza y protección ambiental, muestras y exposiciones colectivas, etc). Sin embargo, dichas experiencia nos permitieron constatar en carne propia los beneficios del aprendizaje basado en proyectos. Hoy esa experiencia se nutre del estudio de expertos que nos ayudan a sistematizar nuestra tarea docente. En adelante intentaremos incorporar cada día más actividades que involucren el trabajo colectivo vinculado a la realidad que enfrentan nuestros estudiantes.
Es posible que en unas década más los paradigmas de la educación registren nuevos cambios, así es de dialéctico nuestro mundo, pero la planeación, el tabajo proyectado hacia el futuro inmediato del aula, seguirá siendo herramienta auxiliar para el maestro porque, ya lo dice la sabiduría popular, más vale prevenir, que remediar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno el blog! Juan Pablo Peralta desde Buenos Aires, un beso
www.portaldelperiodista.blogspot.com

Angelus dijo...

Hombre!, qué grata sorpresa encontrar un comentario de tan lejanas tierras. Ya me estaba yo acostumbrando a escribir sin obtener respuesta y ha sido muy grato saber que allá en sudamérica alguien se ha tomado la molestia de leer mi blog. He intentado conectarme con el remitente, pero sin éxito, espero que no se pierda el contacto. Recibe pues Juan Pablo Peralta, si es que has regresado a este sitio, un fuerte afectuoso abrazo.

hermana Rosita dijo...

Me encantó eso de reconocer que todo aprendizaje es significativo.
Qué bueno que existen maestros tan interesados realmente en la enseñanza.
Recibe mi cariño hermana.