Estudié la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana hace ya más de 25 años. Entonces ser comunicólogo era toda una novedad. Lo que más se acercaba a esta profesión era periodismo, que ya se impartía en muchas otras universidades desde tiempo atrás.
     Sin lugar a dudas el cine y la fotografía fueron las dos grandes razones que me llevaron a estudiar esta carrera; sin embargo, poco a poco el periodismo fue tomando un lugar preponderante en ni actividad académica, dado que inicié mi servicio social como reportera de una revista estudiantil.
     Durante mis estudios universitarios realizaba diversos trabajos que poco o nada tenían que ver con mis estudios. Luego, un año antes de concluir mi carrera, comencé a trabajar como redactora de noticias en una estación de radio (Radio-UNAM). Al término de mi instrucción profesional ya estaba yo totalmente familiarizada con el periodismo. El cine seguía y sigue siendo una de mis pasiones más intensas, pero desde el lado de la butaca y no en la silla del director.
     Mi trabajo en la radio se prolongó por siete años, tres de los cuales combiné además con el trabajo de redactora y reportera en una agencia de noticias (Notimex), empresa que me ofreció la corresponsalía financiera en Tijuana, lejana ciudad fronteriza que ofrecía (creía yo) un cúmulo de oportunidades de crecimiento.
     Realicé mi trabajo de corresponsal durante algunos meses (casi un año), cuando una buena amiga me comentó de la posibilidad de entrar a trabajar como profesora en el Cobach. La escuela necesitaba una maestra de Taller de Lectura y Redacción y yo cubría el perfil requerido. La comodidad del horario y la cercanía del plantel con respecto a mi domicilio hicieron muy atractiva la propuesta, de modo que entré a la docencia a probar suerte.
     El contacto con los muchachos, la dinámica del trabajo y las posibilidades que veía (y sigo viendo) de contribuir en la formación educativa de un buen puñado de muchachos, me hizo encontrar en esta profesión una gran satisfacción y realización como ser humano.
     Al principio no fue fácil. Conocía los conceptos ( no todos, algunos los tenía que revisar y estudiar hasta altas horas de la noche), pero lo más compliado era aplicar técnicas (hoy les llamo estrategias) que me permitieran atraer la atención de grupos muy numerosos, con muchachos en edades que versaban entre los 15 y 16 años.
    Lo que hacía entonces ( y sigo haciendo hoy ) es que me empataba con ellos, es decir, me trataba de acordar cómo era yo en esos tiempos, cuáles eran mis intereses, qué asuntos me motivaban, qué me caía gordo de mis profes y qué me gustaba de ellos. Creo que eso me ayudaba un poco  mantener un ambiente de camaradería con mis pupilos. Por otro lado, intuía que debía probarles a los muchachos que ralmente los podía intruir, que sabía de lo que hablaba y que conmigo podrían aprender algunas cosas útiles para su vida.
     Ya lo había dicho en comentarios anteriores, la práctica docente vino a refrendar el dicho aquel de que enseñar es aprender dos veces, de modo que constantemente procuro estar actualizada y poner en práctica las estrategias que me permiten lograr mejores resultados de aprendizaje en el aula.
     Por un tiempo solía comparar mi trabajo como el que realizan los jugadores de fútbol en la cancha, en donde los muchachos y yo éramos los integrantes de un equipo; la ignoracia nuestro rival. Cuando las cosas en el aula salían bien, sentía como que habíamos jugado un buen partido. Cuando no, pues salía cabizbaja pensando que requería cambiar la estrategia.
     Hace tiempo que no recurro a esa metáfora, ahora me gusta pensar en mi actividad con más objetividad, como una ciencia. La docencia como ciencia. Una ciencia social que demanda responsabilidad, ética y compromiso.
      Como muchas áreas de la actividad científica en nuestro país, en la práctica docente existen enormes rezagos, como falta de presupuesto (o mala distribución del mismo), problemas de infraestructura, más investigación, además de sindicalismo corporativista, aviadurismo y muchos otros males que no quisiera enumerar aquí, pero, parafraseando a Cristina Pacheco: “Aquí nos tocó estar” y más vale que lo hagamos bien y con gusto, porque en ello  va nuestro compromiso profesional.
 
1 comentario:
Hola compañera y doblemente colega, por aquello de comunicólogas y maestras,
me agrada saber que a lo largo del país hay gente tan comprometida con su trabajo como tú y muchos compañeros que hemos encontrado en el camino.
Respecto al comentario que pusiste en mi blog,sobre evaluación te comento que el uso de rúbricas en las que los muchachos se coevalúan ha sido una de las mejores estrategias para que aprendan a valorar, tanto su trabajo como el de sus compañeros.
Saludos.
Arelí
Publicar un comentario