viernes, 17 de junio de 2011


No puedo dormir. Me levanto a comer algo, quizá con algo en la panza recobre el sueño. Me han dolido los huesos. Puede ser que sea el resbalón del otro día en el baño, puede ser que mi cuerpo extrañe la práctica del yoga. Pero he faltado por lo mismo, estoy deprimida. La imagen de este perro esclavizado no me ha abandonado. Allí está él ahora, atado a esa corta cadena, no puede ni echarse porque la han dejado tan corta y sujetada de tal modo que no puede ni echarse. Todo esto me jode mucho, los albañiles no reparan en eso, están tan jodidos ellos que no pueden pensar en el perro. Pienso que su vida es tan miserable que no les queda ni un poco de compasión para este perro. A nadie le importa. Pienso que si llego y les digo que le aflojen la cadena un poco, que no lo torturen más, me verán como una loca, como un enemigo que molesta. Por qué mejor no nos trae un poco de agua a nosotros que estamos trabajando de sol a sol, por qué chingados piensa en esa bestia que nosotros no miramos ni de soslayo. Pinche vieja loca, mejor que se vaya al carajo, no sea que nos la vayamos a chingar por metiche. O mejor le soltamos al perro para que la muerda y le destroce la cara, a ver si sigue preocupándose por el animalito. Y luego está él, allí, jodido a más no poder, pagando una manda que sabe dios quién se la impuso. No hay santo alguno que pueda auxiliarlo, no hay un pinche santito que se apiade de él. Le tocó la mala suerte, le tocó la pinche puta mala suerte.

jueves, 20 de enero de 2011

¿Qué relación existe entre escritura e historia?


El vínculo entre escritura e historia es muy estrecho, dado que fue justamente a partir de la creación de un sistema gráfico de registro que comenzó la historia del hombre, hace aproximadamente 5500 años.

Quizá a algunos les suene un poco exagerada la idea de establecer el inicio de la historia del hombre, justamente a partir de la invención de la escritura, pues el acontecer humano, dirán, también se contruye a través de la oralidad. Otros, más acertados, argumentarán que las pinturas rupestres son también registros históricos del devenir humano.

Para entender con mayor claridad el vínculo al que hacemos referencia, conviene hacer un poco de historia, por cierto, a través de la escritura.

El hombre ha hablado desde hace más de 100 mil años. No es difícil imaginar que parte de su precario conocimiento del mundo era transmitido de generación a generación por medio de la palabra hablada, pero ésta, por su naturaleza, es efímera y fácilmente se distorisiona por razones tan simples como la falla en un oído, el ruido o el deliberado propósito de alterar la información. La escritura, por el contrario, tiene un carácter de permanencia, es decir, queda fijada en alguna superficie para ser interpretada hoy y posteriormente.

Las pinturas rupestres representan sin duda un importante registro de desarrollo de la humanidad, algunos de estos pictogramas dan cuenta de interesantísimas representaciones que muestran a hombres recolectando, cazando o pescando; otras incluso revelan aspectos de la cosmovisión del hombre primitivo, por no decirle, de momento, prehistórico. El problema con esta protoescritura es que carecía de una sistema articulado que permita, aun en nuestros días, comprender cabalmente qué era exactamente lo que pretendían registrar nuestros ancestros. Cuando vemos, por ejemplo, un bisonte tricolor en una cueva de Altamira que data de hace más de 50 mil años nos sorprendermos por su belleza (de hecho no es extraño oir la expresión arte rupestre), pero ignoramos si ésta bestia era venerada, temida, soñada o cazada. Reconocemos, eso sí, la capacidad del hombre primitivo para plasmar su pensamiento.

Pero escritura es un poco más que el sólo imprimir una huella en el tiempo, es necesario que ésta comprenda una serie de normatividades que la articulen y le den un sentido (significante y significado). Aunque el logro de una compejidad de esta naturaleza no es mérito de una sola cultura, se le atribuye a los sumerios la gloria de haber ideado un sistema de representación en forma de cuñas que, por primera vez en la historia de la humanidad, permitió registrar aspectos relacionados con el comercio y la sociedad.

Los sumerios, asentados en una zona muy pródiga, entre los ríos Tigris y Eufrates, lograron importantes avances en materia de agricultura, de modo que eso les permitió, por un lado, resolver asuntos relacionados con la alimentación de la población y, por otro, lograr exedentes en la producción que era menester colocar entre los pueblos vecinos. Las transacciones comerciales “obligaron”, por así decirlo, a los sumerios a establecer sistemas de intercabio comercial que regularan, de una manera clara y precisa, el mercado. La escritura cuneiforme, diseñada a la par de los logros agrícolas por pacientes e ingeniosos escribas que imprimían sus cuñas en tablillas de arcilla que luego ponían a secar al sol, fue, con el tiempo, la respuesta que permitió a los antiguos mesopotamios, lograr un desarrollo comercial de gran magnitud en sus tiempos.

La historia del hombre y, en gran medida la historia de la escritura, comienzan aquí, justamente en este momento. Los signos cuneiformes, que procedían de pictogramas estilizados, ahora se habían transformado en ideogramas, es decir, signos abstractos que representaban ideas. Con el tiempo y con la intervención de otros pueblos que adoptaron el sistema sumerio, la escritura mesopotámica fue modificándose hasta lograr que cada idieograma representara un fonema, pero esa es otra historia de la que por el momento no nos vamos a ocupar, baste señalar sin embargo que con la invención de la escritura el hombre pudo al fin registrar, con la mayor fidelidad nunca antes imaginada, sus leyes, sus conocimientos, sus dudas, sus miedos, sus penas, sus…Todo. Al fin, todo podía quedar inscrito para la posteridad.