lunes, 7 de abril de 2014

Un colibrí anidó frente a mi ventana

Desde principio del mes de marzo tuve la suerte de ver a una colibrí anidar frente a la ventada del cubículo que comparto con mi compañero Víctor Elías en Cobach.
El pequeño nido era apenas perceptible pues estaba en una de las frondosas ramas bajas de una benjamina que está frente a la ventana. Ella, la colibrí, a quien decidí llamar Emilia, iba y venía todo el tiempo ultimando los detalles para empollar. Yo por supuesto avisé de inmediato a mis amigas y a partir de ese día fuimos atestiguando con qué dedicación protegió su nido. Por esos días nos enteramos de que irían a podar los árboles del colegio. De inmediato nos dimos a la tarea de solicitar que, al menos ese árbol lo dejaran en paz, petición que fue aprobada :)
Cuando supimos que un fin de semana habría una tormenta nos preguntamos si el nido resistiría las lluvias y el viento. Corrían los últimos días de invierno. El lunes a primera hora nos asomamos por la ventana y allí estaba ella quietecita sobre sus huevecillos, había resistido estoicamente la inclemencia del tiempo.
Habían transcurrido como 15 días. Supusimos que ya habrían nacido los colibríes pues de nuevo la madre -¿o sería el padre?- iba y venía con alimento para sus crías. La lluvia había propiciado el aumento de las hojitas del árbol y nos impedían ver el maravilloso espectáculo. Antes de un segundo fin de semana pudimos ver cómo Emilia alimentaba dos piquitos, pero al siguiente lunes sólo se veía una cabecilla:( Emilia no paraba de alimentar a su criatura, aunque poco a poco fue espaciando más sus visitas al nido.
A la semana vimos como el pequeño colibrí ya estaba a punto de volar, no hacía más que mirar de un lado a otro desde su nido. A veces sacaba medio cuerpo y sacudía sus alitas intentando imitar a la madre. El viento parecía demasiado riguroso para su pequeño cuerpo, pero él se mantenía en equilibrio.
El lunes el nido ya estaba vacío, Emilio había volado. Tuvimos la suerte de ver a la mamá dando una vuelta por ahí y, más tarde, el mismo Emilio -pequeñito como el que más- fue a pararse unos segundos al nido para luego seguir volando. Ya no le hemos vuelto a ver, pero dice Víctor que el otro día que hacía mucho frío lo vio en la noche resguardado en su nido. La primavera finalmente llegó y todo hace suponer que la vida, pese a los rigores del tiempo y las dificultades, se impone.

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